miércoles, 3 de diciembre de 2014

Texto de Fernando Soriano Bensusan el 27 de noviembre de 2014, presentación de Centros de curvatura



Granada, 27 de noviembre de 2014



  POESÍA: TERRITORIO DE LIBERTAD

   Uno, humildemente, cruza “un desierto y su secreta desolación sin nombre”. Uno siente el corazón con “la sequedad de la piedra y los estallidos nocturnos de su materia o de su nada”. Quizá por eso escribe. Uno, en su osadía, parece recompensado porque “hay una luz remota, sin embargo”. Uno vive su vida con sus trasiegos y tráfagos. Uno es feliz, o triste. Uno vive demasiado tiempo con los ojos ciegos de tanto ver sus propias sombras. Uno aspira a que las palabras alcancen el punto de la infinita libertad, que truenen minúsculas como ciegas luciérnagas. Uno, desde el centro de su círculo, tienta cuanto ama y lo levanta hacia el cielo, y se presenta ante todos para decirse así mismo, sin nombre, sólo con palabras y lenguaje, porque ya sí siente al fin que puede compartir su vida. Hoy vosotros habéis extendido las manos para ver qué hay en estos “Centros de curvatura”.

   Y como bien observa en el prólogo Cristina Hernández, en ese círculo, en esa espiral, hay amor por la palabra. La palabra hecha de y con amor. Una palabra que ha sido colocada en la playa/desierto de la página, rodeada por lo blanco que mira directamente a los ojos de la nada, a las pupilas del vacío, y tiembla y reverbera. Una palabra esculpida y pronunciada en ese silencio total de la página. Así, el poema, aislado en ella, llena ese vacío con la esencia misma del acto poético, y afirma, a pesar de su presencia, que ese territorio permanece ocupado por la nada. Cito los breves poemas “Eterno” y “El puerto sepulto” de Giuseppe Ungaretti.

     ETERNO
Entre la flor que tomo y la que doy
la inexpresable nada.

     EL PUERTO SEPULTO
El poeta arriba allí
y luego vuelve a la luz con sus cantos
y los dispersa.

De este poema
me queda
aquella nada
de inagotable secreto.

   El poema surge desde el sonido y se construye en la luz, ahí entonces el crí-crí de, la vibración arrebatada por. El sonido busca así el significado sorpresivo en la extrañeza, en lo insospechado y espontáneo de sus congregaciones. En el poema el lenguaje busca su lugar para decir. Pero ¿decir qué? Decir poema, decir lenguaje, decir la nada que lo inunda. En palabras de John Cage:

“Yo estoy aquí y no tengo nada qué decir. Y lo estoy diciendo, y esto es poesía como yo quiero.”

   Aquí la escritura es un hacerse que va dibujando el espacio de la playa/desierto/página en blanco:

“¿Sería extraño que nada hubiera en esta playa?
Dos pájaros                                                                  cruzando
                            tus ojos                     por un instante”

   Una palabra que busca y necesita la complicidad del lector para realizarse, para, simplemente, ser.  El poema llama la atención del lector  con alusiones a los ojos y la mirada:

“me lees , luego existo”

“en esta patria
el cielo son tus ojos”

“(Da tus ojos y gira el torno)”

“a la hora en que ya estás
a punto de ir te mira
este papel
y todas las estrellas”


   Palabras/polilla que revolotean alrededor de la luz y mueren en la llama. Palabras/abismo que son ceniza y dicen carne, y por eso, ahí uno lo proclama. Los versos avanzan, serpean, retroceden y vuelven a desplegarse en un intento de revelación que es también deslumbramiento de la palabra. Es abrir el azar el decir, circundar el silencio, asir un inasible balbuceo. En palabras de Eduardo Milán: “Sorprender con la incomunicación donde sólo la comunicación es posible.” Aquí se habla sin decir, aquí se lee lo que el vacío esconde detrás de los ojos. Aquí, entonces, el estallido, la deflagración de peces entintados.                  
 
   Poesía fuera de los caminos rayados y de las estéticas cómodas. Poesía mimada con el máximo rigor del quehacer poético, con  una inevitable vocación de fracaso en la visión última del poema.

   “Centros de curvatura” se nutre de la poesía contemporánea y las vanguardias del siglo XX. De aquí y de allá. José Ángel Valente, Olvido García Valdés, Andrés Sánchez Robayna, Antonio Gamoneda, Gonzalo Rojas, César Vallejo, José Lezama Lima, Haroldo de Campos, Severo Sarduy, Víctor Sosa, Adriano Wintter, Eugenio de Andrade, Ezra Pound, Stephane Mallarmé, Vicente Huidobro, Oliverio Girondo, Octavio Paz, Eduardo Milán.

   Cristina Hernández ha buceado en “Centros de curvatura”, ha visto y ha palpado ese silencio abisal. Y ya en la superficie, ha constatado que “Centros de curvatura” es el proceso lírico de búsqueda, captura y transformación de la palabra como materia poética. Cristina Hernández ha desentrañado, en la luz que se tiñe de silencio, la espina de la palabra.

   Enrique Lihn, en su poema titulado Escrito en Cuba escribe algunos de los versos más desoladores y crueles de la poesía hispanoamericana:

“El poeta no es ni un pequeño dios ni una pequeña república/ La poesía no sirve para nada/ Sirve para poner en duda el mundo”.

   ¿Saben los poetas actuales realmente poner en duda el mundo? El poeta y crítico uruguayo Eduardo Milán se pregunta: “¿Qué hace el poeta?” refiriéndose a la función que este puede y debe desarrollar en el mundo actual. Y el mismo Milán, girando la poliédrica piedra de la cuestión, contesta: “Nadie puede plantearse seriamente la necesidad de la escritura poética desde la necesidad que tiene el mundo de la poesía. Sin embargo, ese mundo que es el lector exigirá siempre y todavía una escritura necesaria para el mundo.” Y termina con una declaración de principios. “Ya que lo haces, hazlo útil”.

   Para terminar, voy a auto-citarme.

“Añadir masa (masa
misma de vivir) a este
cuerpo solar deshabitado
hasta que carne
y cante hasta que piedra
pulida rodada por
el mundo escancie el cuento
de cuanto ha sucedido
la masa misma de decir”.


   Gracias.

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