POESÍA:
TERRITORIO DE LIBERTAD
Uno,
humildemente, cruza “un desierto y su secreta desolación sin nombre”. Uno
siente el corazón con “la sequedad de la piedra y los estallidos nocturnos de
su materia o de su nada”. Quizá por eso escribe. Uno, en su osadía, parece
recompensado porque “hay una luz remota, sin embargo”. Uno vive su vida con sus
trasiegos y tráfagos. Uno es feliz, o triste. Uno vive demasiado tiempo con los
ojos ciegos de tanto ver sus propias sombras. Uno aspira a que las palabras
alcancen el punto de la infinita libertad, que truenen minúsculas como ciegas
luciérnagas. Uno, desde el centro de su círculo, tienta cuanto ama y lo levanta
hacia el cielo, y se presenta ante todos para decirse así mismo, sin nombre,
sólo con palabras y lenguaje, porque ya sí siente al fin que puede compartir su
vida. Hoy vosotros habéis extendido las manos para ver qué hay en estos
“Centros de curvatura”.
Y como
bien observa en el prólogo Cristina Hernández, en ese círculo, en esa espiral,
hay amor por la palabra. La palabra hecha de y con amor. Una palabra que ha
sido colocada en la playa/desierto de la página, rodeada por lo blanco que mira
directamente a los ojos de la nada, a las pupilas del vacío, y tiembla y reverbera.
Una palabra esculpida y pronunciada en ese silencio total de la página. Así, el
poema, aislado en ella, llena ese vacío con la esencia misma del acto poético,
y afirma, a pesar de su presencia, que ese territorio permanece ocupado por la
nada. Cito los breves poemas “Eterno” y “El puerto sepulto” de Giuseppe
Ungaretti.
ETERNO
Entre
la flor que tomo y la que doy
la
inexpresable nada.
EL
PUERTO SEPULTO
El
poeta arriba allí
y luego vuelve a la luz con sus cantos
y los dispersa.
y luego vuelve a la luz con sus cantos
y los dispersa.
De este
poema
me
queda
aquella
nada
de
inagotable secreto.
El
poema surge desde el sonido y se construye en la luz, ahí entonces el crí-crí
de, la vibración arrebatada por. El sonido busca así el significado sorpresivo
en la extrañeza, en lo insospechado y espontáneo de sus congregaciones. En el
poema el lenguaje busca su lugar para decir. Pero ¿decir qué? Decir poema,
decir lenguaje, decir la nada que lo inunda. En palabras de John Cage:
“Yo
estoy aquí y no tengo nada qué decir. Y lo estoy diciendo, y esto es poesía
como yo quiero.”
Aquí la
escritura es un hacerse que va dibujando el espacio de la playa/desierto/página
en blanco:
“¿Sería
extraño que nada hubiera en esta playa?
Dos
pájaros cruzando
tus ojos por un instante”
Una
palabra que busca y necesita la complicidad del lector para realizarse, para,
simplemente, ser. El poema llama la
atención del lector con alusiones a los
ojos y la mirada:
“me lees , luego existo”
“en esta patria
el cielo son tus ojos”
“(Da tus ojos y gira el torno)”
“a la hora en que ya estás
a punto de ir te mira
este papel
y todas las estrellas”
Palabras/polilla que revolotean alrededor de la luz y mueren en la
llama. Palabras/abismo que son ceniza y dicen carne, y por eso, ahí uno lo
proclama. Los versos avanzan, serpean, retroceden y vuelven a desplegarse en un
intento de revelación que es también deslumbramiento de la palabra. Es abrir el
azar el decir, circundar el silencio, asir un inasible balbuceo. En palabras de
Eduardo Milán: “Sorprender con la incomunicación donde sólo la comunicación es
posible.” Aquí se habla sin decir, aquí se lee lo que el vacío esconde detrás
de los ojos. Aquí, entonces, el estallido, la deflagración de peces
entintados.
Poesía
fuera de los caminos rayados y de las estéticas cómodas. Poesía mimada con el
máximo rigor del quehacer poético, con
una inevitable vocación de fracaso en la visión última del poema.
“Centros de curvatura” se nutre de la poesía contemporánea y las
vanguardias del siglo XX. De aquí y de allá. José Ángel Valente, Olvido García
Valdés, Andrés Sánchez Robayna, Antonio Gamoneda, Gonzalo Rojas, César Vallejo,
José Lezama Lima, Haroldo de Campos, Severo Sarduy, Víctor Sosa, Adriano
Wintter, Eugenio de Andrade, Ezra Pound, Stephane Mallarmé, Vicente Huidobro,
Oliverio Girondo, Octavio Paz, Eduardo Milán.
Cristina Hernández ha buceado en “Centros de curvatura”, ha visto y ha
palpado ese silencio abisal. Y ya en la superficie, ha constatado que “Centros
de curvatura” es el proceso lírico de búsqueda, captura y transformación de la
palabra como materia poética. Cristina Hernández ha desentrañado, en la luz que
se tiñe de silencio, la espina de la palabra.
Enrique Lihn, en su poema titulado Escrito en Cuba escribe algunos de los
versos más desoladores y crueles de la poesía hispanoamericana:
“El poeta no es ni un pequeño dios ni una
pequeña república/ La poesía no sirve para nada/ Sirve para poner en duda el
mundo”.
¿Saben los poetas actuales realmente poner
en duda el mundo? El poeta y crítico uruguayo Eduardo Milán se pregunta: “¿Qué
hace el poeta?” refiriéndose a la función que este puede y debe desarrollar en
el mundo actual. Y el mismo Milán, girando la poliédrica piedra de la cuestión,
contesta: “Nadie puede plantearse seriamente la necesidad de la escritura
poética desde la necesidad que tiene el mundo de la poesía. Sin embargo, ese
mundo que es el lector exigirá siempre y todavía una escritura necesaria para
el mundo.” Y termina con una declaración de principios. “Ya que lo haces, hazlo
útil”.
Para terminar, voy a auto-citarme.
“Añadir masa (masa
misma de vivir) a este
cuerpo solar deshabitado
hasta que carne
y cante hasta que piedra
pulida rodada por
el mundo escancie el cuento
de cuanto ha sucedido
la masa misma de decir”.
Gracias.
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